Juan Pablo tiene ahora 10 años y, según su madre y las fotos que nos muestra, es un niño muy guapo, y muy bueno. “Ha aceptado muy bien mi enfermedad, él sabe que tengo que ir a diálisis tres veces por semana. Además, tengo la suerte de tener una familia que me da apoyo emocional, pero yo soy muy autónoma. Aunque vivo muy cerca de mi madre, hago mi vida normal, ahora como ama de casa, ya que con el niño decidí solicitar una pensión por discapacidad, ya que me resultaba muy difícil compaginar trabajo, crianza y diálisis”.
Es Mónica la que se encarga de llevar a su hijo al colegio y a clases de baloncesto y guitarra, de disfrazarse cuando toca o de ayudarle con las tareas. Además, también intenta tener tiempo para ella misma: “me he apuntado a yoga y, en mi tiempo libre, quedo con mis amigos y con mi hermana”.
Las últimas vacaciones fueron en Huelva, y también recuerda otro viaje a Barcelona, donde estuvo dializándose durante los días que pasó allí.
Cuando piensa en qué mensaje podría darle a una persona que acaba de empezar con la diálisis, lo tiene muy claro: “que el mundo no se acaba aquí. Gracias a la diálisis, puedes hacer muchas cosas. Es cierto que te puede limitar en algunas actividades, pero gracias a esta terapia podemos seguir con nuestra vida. Doy gracias todos los días. Además, yo tengo una pequeña familia en el centro de diálisis, me llevo muy bien con todos”.
En una de las revisiones médicas que tiene, le vieron una arteria coronaria calcificada, por lo que ha tenido que pasar por quirófano para que le realicen un by-pass. “No quería operarme porque mi hijo es todavía pequeño, pero el médico me dijo que ahora era el momento idóneo. Me decidí y todo ha ido muy bien”, explica.
Así que ya está pensando en la comunión que su hijo hará este año, en la próxima escapada a una casa rural al norte de Cáceres… En definitiva, en seguir con su vida como cualquier otra persona, nada más y nada menos.